Gracias... gracias... gracias por existir.
Por darme tres segundo mensuales de compañía.
Gracias, por hacerme reír en las horas que estuvimos juntos.
Gracias, por enviarme fotos; por llamarme, por acordarte de
mi existencia de vez en cuando.
Gracias, porque a pesar de no entregarte como me hubiera
gustado, fuiste parte de mi, fuiste la ruptura de la rutina.
Gracias… mil veces gracias.
Gracias por enseñarme a través de tus desplantes, tus
pésimos comentarios, tus olvidos casuales que primero debo estar yo, y que
merezco algo mejor.
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